La princesa Noche vivía en un castillo, en un reino
lejano, junto a sus padres, el Rey y la Reina. El Rey y la Reina, eran buenos
Reyes. El rey era un buen Rey, sus dominios eran muy extensos y el reino poseía
mucho oro y grandes tesoros. Para el Rey solo existían sus quehaceres como Rey,
se acostaba pensando como conquistar mas tierras y se levantaba pensando como
fabricar más barcos, para traer más oro. Pero para la Reina, solo existía su
hija Noche, vivía y sufría por ella, sufría demasiado. Sufría tanto, que le
encargaron al brujo de palacio un mapa mágico. Un mapa mágico donde poder ver
siempre que hacía y donde estaba Noche, y en el diseñaron los caminos de su
hija.
La princesa Noche tenia una larga melena morena,
larga y oscura como su nombre, y una mirada triste y fría como la nieve. Vivía
en la torre más alta del castillo desde donde divisaba el reino y más allá. Se
descolgaba desde la ventana por su larga melena y vivía grandes aventuras.
Conoció a muchos príncipes, y a muchas ranas, a otras princesas, y a brujas
malvadas. Viajo por muchos reinos vecinos, y aprendió costumbres e idiomas de
tribus lejanas. Se enamoró muchas veces, y le rompieron el corazón muchas más.
Lo que no sabía Noche era que mientras ella se
sentía libre, vivía aventuras y recorría el mundo, el Rey y la Reina,
tranquilos, sabían en cada momento donde estaba y que hacia Noche y que
volvería, porque estaba dibujado. Nada de lo que vivía noche estaba dejado al
azar. Ella se creía libre, pero no lo era, y lo pero es que no lo sabía.
Un día soleado de primavera, Noche paró su caballo
ante dos caminos, uno se dirigía a la izquierda, otro a la derecha. A la
entrada del camino de la derecha, había una tortuga, la tortuga, con voz suave
y calmada, le pidió amablemente que fuera su compañera de viaje. A la entrada
del camino de la izquierda, unos 6 o 7 pajarillos de vivos colores revoloteaban
y cantaban sin parar y la invitaban con sus cantos a acompañarles.
En ese momento, en el cruce de caminos, de entre
los arboles, apareció un hada de brillantes alas azules. Le habló a Noche del
mapa mágico y de cómo sus padres habían dibujado su vida y que debía escoger el
camino de la tortuga, porque así estaba escrito.
Noche hizo caso y emprendió el camino junto a su
compañera la vieja tortuga. Estuvo un tiempo cabalgando junto a ella, a paso
lento, pero siempre la tenia que esperar y Noche se aburría soberanamente, se
aburría de su lentitud, de su madurez y de sus historias.
Un buen día, Noche se cansó de esperar, se cansó de
la tortuga y de sus historias. Dio media vuelta y galopó y galopó hasta
encontrar el cruce de caminos, allí seguían los alegres pájaros de colores.
- ¿Puedo cabalgar junto a vosotros? Preguntó Noche.
- No solo vas a cabalgar. Respondieron los pajarillos,
-
Si tomas estas moras
mágicas te saldrán alas y bailaremos y cantaremos y veremos juntos el mundo.
Continuaron los pájaros.
A Noche le pareció una idea fantástica, siempre
había querido volar y se aburría tanto junto a la tortuga… Tomó las moras
mágicas y le salieron unas preciosas alas blancas, y voló, voló durante un
tiempo junto a los pájaros. Se reían, se abrazaban, bailaban. Pero las moras
mágicas solo tenían efecto un rato. Y tenían que parar y parar a recolectar más
para poder seguir el camino. Al cabo de un tiempo, Noche se dió cuenta de que
no existía tal camino, siempre veía el gran árbol, la roca de tres picos, el
cruce de caminos… Siempre volaban en círculos, no estaban viendo mundo.
Noche cada vez se sentía más cansada, cansada de
volar, estaba exhausta de seguirles el ritmo a aquellos pajarillos alegres y
bailongos. Se cansó de los cantos, se cansó de las moras mágicas, y se cansó de
bailar. Muchas veces pensaba en la tortuga, en su paso lento, en sus pies en el
suelo, y en sus palabras sabias y tranquilizadoras. Pero algo había en Noche
que no le dejaba volver al cruce de caminos y buscar a la tortuga, algo pasaba
en su cabeza que seguía queriendo volar y se negaba a que su camino estuviera
escrito en un mapa mágico diseñado por sus padres .
Después de volar en círculos, la princesa cayó
exhausta sin fuerzas . Echaba de menos
la tortuga, echaba de menos su castillos y echaba de menos caminar con
los pies en el suelo.
Lloró y lloró, y pidió ayuda a las hadas del bosque,
desde lo más profundo de su alma pidió ayuda, perdida y triste.
De repente, de
entre los arboles, apareció una hermosa hada de brillantes alas doradas. Noche
le suplicó y le explicó que la llevara junto a la tortuga, que había elegido mal
el camino y que quería volver a pasear lentamente junto a ella. El hada
respondió:
-
Noche, Yo te haré
volar de nuevo junto a la tortuga. Pero has de saber, que tu destino no esta
escrito, por más mapas mágicos que hayan, solo tu eres dueña de tus elecciones
y de las consecuencias que de ellas se deriven. Y camina, camina junto a la
tortuga si es lo que quieres. Pero piensa que hay tantos caminos como estrellas
en el cielo. Encontrarás caminos con liebres, caminos con serpientes o con
sapos. Pero camina siempre segura de ti misma, con los pies en el suelo, y el
corazón en la mano.
El hotelito de Nu.