19 octubre, 2014

Mi primera incursión en el mundo bordeline y la importancia de un diagnostico precoz.




Siempre se me consideró una niña difícil, vamos porculerilla, “esta niña no come, esta niña no para, esta niña se va a abrir la cabeza, siempre por los aires… pero fue en la adolescencia cuando empecé a llevarme el gordo.

El problema del trastorno límite de la personalidad es que muchas veces puede confundirse en edades tempranas con una adolescencia difícil o rebelde. Muchas veces tachamos a los jóvenes de impulsivos, rebeldes, viciosos, vagos, agresivos, dominantes, o inseguros. En muchos casos son problemas asociados a la edad, pero si observamos que son persistentes o demasiado acentuados es importante consultar con un especialista, porque puede que estemos hablando de algún tipo de trastorno o problema, y si se trata a tiempo, podemos ahorrarnos mucho sufrimiento.

Según mis padres siempre fui una niña impulsiva, ahora recién cumplidos los 30, una vez diagnosticada borderline, es cuando echan la vista atrás y asocian las travesuras a los ya primeros signos de la enfermedad. A aquellos pequeños actos sin pensar las consecuencias. Ya empezaba con mis liadas, que a ninguna niña se le hubiera ocurrido jamás, arrastrando a mis dos o tres amiguitas a grandes broncas del profesorado.

Cuando tenía unos 9 o 10 años disponíamos de unas taquillas alargadas típicas de las películas americanas esas donde pegan fotos de tías buenas, o donde cuando la chica cierra la puerta siempre aparece el jugador de futbol detrás. La cuestión es que hice ahorrar durante semanas a mis 2 pobres amigas que siempre asentían mis locos planes, para reunir entre las 3 todo el dinero posible con el fin de comprar una suficiente cantidad de ratas y ratones para montar mi pequeño laboratorio dentro de la susodicha taquilla. Construí todo un edificio de 3 plantas digno de un trabajo de ingeniería con reglas a modo de escaleras, hasta un tupper ware a modo de piscina, vamos, que las ratas y ratones acabaron teniendo una mansión. Pero yo nunca tenía bastante, quería más. Así que planeé una incursión ninja en el laboratorio de biología. Ahí tenían muchas ratitas de esas blancas con los ojos rojos, era el robo perfecto, el robo del siglo. Entramos con sigilo a la hora de la comida y llenamos la mochila con los pequeños roedores. Que adrenalina. “-Tu vigila, yo me subiré a bajar la jaula, meto la mano, ¿los cojo del rabo? Ay que asco!!!
Que risas, que nervios!! Ahí creo que empezó o por lo menos es la primera que recuerdo, y ya nunca acabaría mi constante búsqueda de sensaciones.
Como es normal mi vida de criadora de ratas no duró mucho aunque si que duró unas dos o tres semanas, conseguí hasta llevarme a mi preferida a un viaje de fin de semana a Moraira a un curso de Vela..  Pero se desató la hecatombe. La gran rata, creo que una cobaya, estaba embarazada y a la vuelta del finde semana, el lunes, al abrir la taquilla, nos la encontramos flotando boca arriba en el tupper ware. Que espanto, que imagen. No recuerdo su nombre, vamos a ponerle… Amparo y no quiero entrar en detalles morbosos… Porque en ese momento decidí que Amparo se merecía su autopsia y un entierro digno. Asi que ahí me fui con unas tijeras de punta redondeada decidida y dispuesta a realizarle una autopsia como dios manda, a los baños de chicas que era yo muy buena alumna de biología, y quería que mi profesora se sintiera orgullosa, encima que le había robado sus ratoncillos. Y después de la carnicería y de su entierro creo que mis amigas no pudieron soportar la presión y se chivaron de todo a las profesoras con su consiguiente bronca del siglo, y puesta en conocimiento de mi madre, que no hay cosa que le de más asco que las ratas, como a cualquier madre que se precie. Que mal rato pasaría la pobre. Lo que nunca supe y no me he preguntado hasta ahora es que sería de mis pequeños amigos restantes…

Puede que eso fuera una trastada.. puede que fuera un impulso. El caso es que yo quería criar ratas en mi taquilla, lo quería mas que nada en el mundo. Mis padres no me dejaban tener mascotas en casa, y yo pensaba que eso era la injusticia más grande de la historia y no veía más allá. Necesitaba mi pequeño mundo ratuno sobre todas las cosas. Por más que mis amigas me dijeran que eso era una locura, que nos la íbamos a cargar. El caso, es que a partir de ahí y durante el resto de mi vida, me guié por impulsos incontrolados, que empezaron confundiéndose con travesuras, siguieron confundiéndose con ataquitos de adolescente rebelde y ya conforme me adentraba en la edad adulta los impulsos fueron convirtiéndose en asuntos cada vez más preocupantes.

En el tema que más a repercutido mi enfermedad y que sin duda se merecerá una entrada nueva a sido en las relaciones interpersonales, sobre todo en las amorosas. Sin duda mis enamoramientos obsesivos, mis locuras por amor y mis batacazos apoteósicos se merecen un buen capitulo. Besos cabecitas locas!

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