Siempre se me consideró una niña difícil, vamos
porculerilla, “esta niña no come, esta niña no para, esta niña se va a abrir la
cabeza, siempre por los aires… pero fue en la adolescencia cuando empecé a
llevarme el gordo.
El problema del trastorno límite de la personalidad es
que muchas veces puede confundirse en edades tempranas con una adolescencia
difícil o rebelde. Muchas veces tachamos a los jóvenes de impulsivos, rebeldes,
viciosos, vagos, agresivos, dominantes, o inseguros. En muchos casos son
problemas asociados a la edad, pero si observamos que son persistentes o
demasiado acentuados es importante consultar con un especialista, porque puede
que estemos hablando de algún tipo de trastorno o problema, y si se trata a
tiempo, podemos ahorrarnos mucho sufrimiento.
Según mis padres siempre fui una niña impulsiva, ahora
recién cumplidos los 30, una vez diagnosticada borderline, es cuando echan la
vista atrás y asocian las travesuras a los ya primeros signos de la enfermedad.
A aquellos pequeños actos sin pensar las consecuencias. Ya empezaba con mis
liadas, que a ninguna niña se le hubiera ocurrido jamás, arrastrando a mis dos
o tres amiguitas a grandes broncas del profesorado.
Cuando tenía unos 9 o 10 años disponíamos de unas
taquillas alargadas típicas de las películas americanas esas donde pegan fotos
de tías buenas, o donde cuando la chica cierra la puerta siempre aparece el
jugador de futbol detrás. La cuestión es que hice ahorrar durante semanas a mis
2 pobres amigas que siempre asentían mis locos planes, para reunir entre las 3
todo el dinero posible con el fin de comprar una suficiente cantidad de ratas y
ratones para montar mi pequeño laboratorio dentro de la susodicha taquilla.
Construí todo un edificio de 3 plantas digno de un trabajo de ingeniería con
reglas a modo de escaleras, hasta un tupper ware a modo de piscina, vamos, que
las ratas y ratones acabaron teniendo una mansión. Pero yo nunca tenía
bastante, quería más. Así que planeé una incursión ninja en el laboratorio de
biología. Ahí tenían muchas ratitas de esas blancas con los ojos rojos, era el
robo perfecto, el robo del siglo. Entramos con sigilo a la hora de la comida y
llenamos la mochila con los pequeños roedores. Que adrenalina. “-Tu vigila, yo
me subiré a bajar la jaula, meto la mano, ¿los cojo del rabo? Ay que asco!!!
Que risas, que nervios!! Ahí creo que empezó o por lo
menos es la primera que recuerdo, y ya nunca acabaría mi constante búsqueda de
sensaciones.
Como es normal mi vida de criadora de ratas no duró mucho
aunque si que duró unas dos o tres semanas, conseguí hasta llevarme a mi
preferida a un viaje de fin de semana a Moraira a un curso de Vela.. Pero se desató la hecatombe. La gran rata,
creo que una cobaya, estaba embarazada y a la vuelta del finde semana, el
lunes, al abrir la taquilla, nos la encontramos flotando boca arriba en el
tupper ware. Que espanto, que imagen. No recuerdo su nombre, vamos a ponerle…
Amparo y no quiero entrar en detalles morbosos… Porque en ese momento decidí
que Amparo se merecía su autopsia y un entierro digno. Asi que ahí me fui con
unas tijeras de punta redondeada decidida y dispuesta a realizarle una autopsia como dios manda, a los baños de chicas que era yo muy buena
alumna de biología, y quería que mi profesora se sintiera orgullosa, encima que
le había robado sus ratoncillos. Y después de la carnicería y de su entierro
creo que mis amigas no pudieron soportar la presión y se chivaron de todo a las
profesoras con su consiguiente bronca del siglo, y puesta en conocimiento de mi
madre, que no hay cosa que le de más asco que las ratas, como a cualquier madre
que se precie. Que mal rato pasaría la pobre. Lo que nunca supe y no me he
preguntado hasta ahora es que sería de mis pequeños amigos restantes…
Puede que eso fuera una trastada.. puede que fuera un
impulso. El caso es que yo quería criar ratas en mi taquilla, lo quería mas que
nada en el mundo. Mis padres no me dejaban tener mascotas en casa, y yo pensaba
que eso era la injusticia más grande de la historia y no veía más allá. Necesitaba
mi pequeño mundo ratuno sobre todas las cosas. Por más que mis amigas me dijeran
que eso era una locura, que nos la íbamos a cargar. El caso, es que a partir de
ahí y durante el resto de mi vida, me guié por impulsos incontrolados, que empezaron
confundiéndose con travesuras, siguieron confundiéndose con ataquitos de
adolescente rebelde y ya conforme me adentraba en la edad adulta los impulsos
fueron convirtiéndose en asuntos cada vez más preocupantes.
En el tema que más a repercutido mi enfermedad y que sin
duda se merecerá una entrada nueva a sido en las relaciones interpersonales,
sobre todo en las amorosas. Sin duda mis enamoramientos obsesivos, mis locuras
por amor y mis batacazos apoteósicos se merecen un buen capitulo. Besos
cabecitas locas!
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